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Ciencia

Miguel San Martín, el argentino al frente de misiones de la NASA que sueña con traer desde Marte “pruebas de vida”

Este ingeniero rionegrino es parte intrínseca de la investigación robótica más ambiciosa de la historia de la Agencia Espacial: determinar si en un pasado el planeta rojo fue como la Tierra.

“A los seres humanos nos gusta empujar las fronteras, aunque no sepamos para qué. Hay una montaña y hay que escalarla, hay un continente vacío y hay que explorarlo. Es una cuestión de investigación científica”. Quien habla es el ingeniero argentino Miguel San Martin. Trata de explicar en un larga nota con Clarín por qué la exploración espacial genera tanta pasión, especialmente ahora luego de muchos años en los que el entusiasmo parecía estar adormecido.

Miguel San Martín (63) es desde hace décadas parte intrínseca de la investigación robótica más ambiciosa de la historia de la NASA: determinar si en un pasado lejano hubo vida en Marte. Él también forma parte de esa cadena de nuevos eventos entusiastas de exploración del más allá planetario.

Prueba de este renovado interés es, por ejemplo, el lanzamiento de la misión no tripulada Artemis I, el primer paso del regreso a hombre a la Luna, algo que no sucede desde 1972. O la misión Artemis II, prevista para 2025, que supone un objetivo que hasta ahora pertenecía al campo de la ciencia ficción: el eslabón inicial de lo que se espera sea la instalación de una colonia humana permanente en la Luna.

El recorrido sigue por las misiones de Space X, de Elon Musk, o la imagen tomada por el telescopio espacial James Webb dada a conocer en julio pasado, la fotografía más profunda jamás tomada de la etapa en que se formó la Tierra.

Miguel San Martin entró a trabajar a JPL en 1985. Foto: AFPMiguel San Martin entró a trabajar a JPL en 1985. Foto: AFP

Pero sin duda la estrella de este resurgir fue el aterrizaje en 2021 de la misión Perseverance en Marte, donde el helicóptero Ingenuity completó el primer vuelo sobre el planeta rojo.

Un episodio de apenas algunos minutos que mantuvo en vilo al planeta y que contó con la participación de San Martín.

“Es una aventura –dice San Martín–, como en su momento fue lanzarse a descubrir América o la Antártida”.

El nacimiento de una pasión

Un autodenominado “fierrero” que descubrió su pasión por la ingeniería jugando a desarmar radios y juguetes, San Martín puede recordar exactamente el momento en que sintió que el espacio comenzó a despertar en él algo parecido a la pasión.

Una euforia que no sólo marcaba una zona del deseo sino un norte para la vida.

“Vi la huella del módulo de aterrizaje del Viking en Marte y pensé, ‘esto es lo que quiero hacer’”, recuerda respecto a lo que vivió ese 20 de julio de 1976 en su Río Negro natal, el día del primer aterrizaje de la historia en Marte.

Miguel San Martín con el rover Curiosity, que aterrizó en Marte en 2012.Miguel San Martín con el rover Curiosity, que aterrizó en Marte en 2012.

En ese momento, San Martín vivía con sus tres hermanos, su hermana, su madre Esther y su padre Salvador, un ingeniero civil que decidió ir a la Patagonia en la década del 30 y que construyó el camino de Bariloche al Llao Llao.

Una típica vida de clase media argentina a la que no duda en definir en definir como “feliz”. Sin embargo, ya empezaba a imaginar su destino en otra parte.

“El evento me marcó y me propuse trabajar en la NASA. En las noticias también se hablaba de JPL como un lugar mítico, y eso también jugaba en lo que quería”, agrega en conversación vía videollamada con Clarín desde su casa en California.

Un referente mundial

El JPL al que se refiere es el Jet Propulsion Laboratory (Laboratorio de propulsión a chorro), el centro de investigación dedicado a la construcción y operación de naves espaciales para la NASA en el cual San Martín se desempeña como Ingeniero Jefe de Guiado y Control y donde ha desarrollado una carrera que lo ha convertido en uno de referentes mundiales de la exploración espacial.

Desde su ingreso a JPL en 1985, San Martín ha trabajado a lo largo y a lo ancho del cosmos. Su primera misión fue la sonda Magallanes a Venus, a la que luego le siguió la misión Cassini, destinada a estudiar Saturno.

También ha trabajado en misiones de estudio de cometas, una labor de más de 35 años que le ha valido ser incorporado como miembro a la Academia de Ciencia, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos, un cuerpo colegiado de tan solo 30 miembros y del cual alguna vez fue miembro Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la Luna.

Pero hablar de Miguel San Martín es hablar de Marte, el eje central de una carrera que va desde el Mars Pathfinder, su primera misión “a lo cowboy” en 1997, hasta el Perseverance en 2021.

El helicóptero Ingenuity, que voló en Marte. Foto: AFPEl helicóptero Ingenuity, que voló en Marte. Foto: AFP

El aterrizaje del Perseverance también tuvo el agregado de convertirlo en el improbable protagonista de uno de los pocos momentos de optimismo de la pandemia, luego de que un video suyo festejando el aterrizaje cosechara más de 1,5 millón de visualizaciones y hasta una mención especial de Stephen Colbert en su programa, The Late Show With Stephen Colbert.

Desde el momento de su aterrizaje, Perseverance se ha dedicado a la búsqueda de muestras en Marte, una tarea que hará por los próximos diez años. Está previsto que en 2028 salga la nave que llegará al planeta rojo en 2032 para traer estas muestras de vuelta.

San Martín y su equipo está trabajando actualmente en el sistema de aterrizaje de la cápsula que irá dentro de esta nave y tendrá la tarea más desafiante de todas: descender hasta el entorno marciano, recoger las muestras, y volver a salir para acoplarse nuevamente a la nave.

Vale aclarar que estas muestras podrían proveer la evidencia necesaria para probar que, hace miles de millones de años, efectivamente hubo vida en Marte, una pregunta que desvela a la humanidad desde hace cientos de años.

“Lograr que esta misión sea exitosa sería un buen broche de oro para mi carrera”, confiesa San Martín.

El arduo camino del deseo

Aún con el convencimiento de saber lo que quería hacer, era consciente de que el camino por delante iba a ser largo y arduo.

El primer paso importante fue ir a Estados Unidos directamente después del secundario en vez de esperar hasta la etapa del posgrado, una decisión que fue como “cortarse un brazo”.

“A mí me educaron con la única obligación de ir al colegio, todo lo demás lo hacían mis padres. No sabía sobrevivir. Llegar a Estados Unidos y tener que manejarme solo y en inglés fue un golpe durísimo. Al principio pensé que no iba a durar, pero el sueño del pibe de llegar a la NASA me mantenía motivado”, explica San Martín.

Su intención original era estudiar en la Universidad de Cornell, donde tomó cursos de inglés y pudo asistir a algunas clases del legendario astrónomo Carl Sagan.

Sin embargo, finalmente no pudo ingresar y terminó haciendo la carrera de grado en ingeniería eléctrica en Syracuse, en el Estado de Nueva York.

Luego siguió su posgrado en el Massachusetts Institute Of Technology (MIT), donde pudo estudiar con profesores que trabajaron en la misión Apolo. Fue durante su estadía en el MIT que se enteró que JPL iban a ir al campus a reclutar candidatos, y decidió probar suerte.

Me puse el jetra y fui a entrevistarme con ellos”, recuerda. Tras un viaje a California, recibió una oferta y empezó a trabajar.

San Martín reconoce que los primeros años no fueron buenos. No trabajaba en las misiones que quería, y la burocracia de todo lo relacionado con el trabajo espacial lo llenaba de dudas respecto de si había tomado la decisión correcta.

“Todo estaba muy segmentado en esa época. Hacías el algoritmo, que pasaba primero al departamento de computación, donde se convertía en software, para ir después al grupo que lo probaba en laboratorio, y después a otro que lo probaba en la nave. Te sentías un engranaje mínimo. Aprendí mucho, pero la verdad es que parecía más divertido desde afuera”, confiesa entre risas.

Su suerte empezó a cambiar tras Cassini, la misión a Saturno para la cual hizo un algoritmo. Fue su primera contribución de peso a una misión espacial y la puerta de entrada para trabajar con Marte, el sueño de su vida.

Pathfinder y el éxito de una misión “gasolera”

Visto a la distancia, las circunstancias en que se llevó a cabo la misión de Mars Pathfinder parecen haber sido concebidas a la medida exacta de Miguel San Martín.

La NASA quería volver a aterrizar en Marte, pero no había ni por asomo el presupuesto disponible que se había necesitado para lanzar Viking en la década del 70. Había que ser creativos en la escasez, una habilidad para la cual ser argentino venía como anillo al dedo.

“En 1992 mi jefe me dijo que estaban planificando una misión a Marte, pero con un presupuesto mínimo. Para que se den una idea, si a plata de hoy Viking había costado 6000 millones de dólares, para hacer esta había sólo 350 millones. Era medio una locura, ya que al haber tan poca plata, había que tirar el manual a la basura y empezar de cero. La burocracia cuesta mucha plata”, explica San Martín, que se puso al frente de la misión como Ingeniero Jefe de Guiado y Control, un puesto que hasta ese momento no existía.

“Las misiones tenían un manager, que era el encargado general de manejar la logística y el presupuesto del proyecto. Pero esa persona no tiene mucho impacto en la parte creativa de la misión y siempre quedaba un agujero negro en el sistema” explica San Martín, que reconoce que fue su jefe quien se dio cuenta que él no sería adecuado para ese rol y decidió dividir las tareas.

Fue así que una mujer asumió la labor de manager y San Martín quedó al frente de la parte de ingeniería, a cargo de los “fierros” y de velar por el funcionamiento operativo de todas las fases del proyecto.

“La idea era volver a la filosofía original del laboratorio, del faster, better, cheaper (más rápido, mejor y más barato). Contratar un grupo de ingenieros que siguiera todo el proceso de principio a fin, ese era mi objetivo. Y como éramos un equipo chico, no había más remedio que arremangarse y ponerse a solucionar las cosas. Como buen argentino, me daba maña para resolver lo que había que hacer”, detalla.

El equipo de San Martín debió desarrollar las tres etapas para la misión: el viaje a Marte, el aterrizaje de la sonda y la operación sobre la superficie del vehículo de exploración o rover, conocido como Sourjoner, en honor una activista negra de los derechos civiles llamada Sojourner Truth.

El trabajo de más de 5 años con Mars Pathfinder se vio coronado con el aterrizaje exitoso en Marte el 4 de julio de 1997. No sólo había logrado llegar con éxito, sino que lo había hecho con un presupuesto drásticamente menor a lo usual, un ítem de particular interés para la NASA.

La cápsula de aterrizaje Mars Pathfinder y el Sojourner rover que fueron diseñados por Miguel San Martín y su equipo para la misión que aterrizó en Marte en 1997. Foto: AFPLa cápsula de aterrizaje Mars Pathfinder y el Sojourner rover que fueron diseñados por Miguel San Martín y su equipo para la misión que aterrizó en Marte en 1997. Foto: AFP

El Pathfinder no sólo impulsó la carrera de San Martín, sino que también logró inmortalizar su labor dentro de la cultura popular.

Al cine

En la película The Martian (conocida en Latinoamérica como Misión Rescate), hay una escena en donde el personaje interpretado por Matt Damon se encuentra con el Pathfinder en Marte, y hace girar la antena para que apunte hacia la Tierra.

El control de esa antena fue diseño de San Martín, quien acota al pasar que la película se tomó una pequeña licencia literaria, ya que en realidad los engranajes son demasiado pesados para que el personaje hiciera esa operación. Para moverla a mano, sería necesario mover todo el aparato, apunta con una sonrisa.

A pesar de que el éxito de Pathfinder le permitió dar un salto en JPL y lo puso “en el mapa”, San Martín debió lidiar con algunas voces de desconfianza dentro de la NASA.

“Si hubiéramos tenido ese éxito en la industria privada, tal vez el equipo de Pathfinder se hubiera mantenido unido y nos hubieran asignado un desafío más grande. Pero en la NASA el sistema de premios y castigos no funciona del todo, y los que habían sido críticos del Pathfinder dijeron que simplemente habíamos tenido un golpe de suerte”, relata respecto a lo que vivió tras la misión.

Tuvo que pasar una fallida misión a Marte, que fue encargada a un equipo exterior a JPL, y allí ya no pararon más.

Junto a su equipo, muchos que habían sido parte de Pathfinder, prepararon y lanzaron las misiones Spirit (2003), Opportunity (aterrizó en 2004, tan solo algunas semanas después de Spirit), Curiosity (2012) y Perseverance (2021).

Los astronautas de la misión Artemis,, la primera de una serie de misiones con las cuales la NASA planea instalar una colonia permanente en la Luna. Foto: REUTERSLos astronautas de la misión Artemis,, la primera de una serie de misiones con las cuales la NASA planea instalar una colonia permanente en la Luna. Foto: REUTERS

“Sourjoner, el rover de la misión Pathfinder, fue un gran éxito porque fue la comprobación empírica de que se podía tener un vehículo con movimiento en Marte, que mejoraba en forma dramática lo que se podía hacer, algo que ahora es evidente pero entonces no lo era. Establecido que se podía hacer eso, en las misiones siguientes trabajamos de mejorarlos”, explica.

Fue así que el rover de Spirit y Opportunity dejó atrás el modelo de estación fija y robot de Sourjoner para pasar a ser un solo vehículo de 150 kilos de peso, con todo integrado.

El de Curiosity, por su parte, tenía el tamaño de un pequeño auto y pesaba casi una tonelada. Debido a esas dimensiones, hubo que diseñar una grúa llamada skycrane, un desafío mayúsculo que el equipo de San Martín superó con creces.

“Tuvimos la libertad de trabajar e implementamos nuestra cultura. Eficiencia, poca gente y mucha intensidad. Nuestro lema podría ser Work hard and play hard (trabajar duro y divertirse mucho), ya que nuestras fiestas eran legendarias”, recuerda entre risas.

La Luna, parada obligada hacia Marte

La misión Artemis tiene implicancias para la labor de San Martín, en tanto instalar una colonia en la Luna supone el ensayo para el paso siguiente, que es repetir la empresa en Marte.

San Martín inclusive fue parte del comité que revisó las primeras licitaciones a las empresas privadas, una parte de la sociedad público-privado que redujo drásticamente los costos y permitió planificar de otra formas las misiones espaciales.

El rover que la NASA destinará para la Luna en las misiones Artemis, con las que busca instalar una colonia permanente en la Luna. Foto: AFPEl rover que la NASA destinará para la Luna en las misiones Artemis, con las que busca instalar una colonia permanente en la Luna. Foto: AFP

“La gente piensa que la industria privada entró con Space X, pero la verdad es que siempre estuvo metida. Antes eran Boeing, Douglas, Grumann. Lo que cambió es la forma de asociarse: antes la NASA construía la nave, y ahora son las empresas las que tienen que encontrar la forma de llegar hasta allá, la NASA sólo paga el viaje”, explica San Martín.

“Es como viajar en taxi: pagás el viaje, pero no sos el dueño del auto”, agrega.

El éxito de esta sociedad público-privada, restringida al principio a llevar provisiones a la Estación Espacial Internacional, hicieron que la NASA y el gobierno adoptaran ese modelo, primero para llevar astronautas a la estación, y luego para el retorno a la Luna. Y planificar misiones para llevar humanos.

Se espera  que una reducción de los costos del lanzamiento le permita a EE.UU. volver a la Luna e instalarse allí, manteniéndose con lo que está disponible ahí.

“La idea es hacer un edificio en la Luna con los materiales locales. Una forma de ensayo para poder instalar una colonia en Marte. Por ejemplo, llevar combustible a Marte es muy caro, y va a ser necesario utilizar los recursos que están ahí para hacer combustible”, acota San Martín, que reconoce que la llegada humana al planeta rojo todavía es un objetivo lejano.

Lo que sí está al alcance de la mano es el análisis de las muestras que el Perseverance está tomando actualmente en Marte, y que volverán a la Tierra en 2032 a bordo de una misión en la que participa San Martín.

Condiciones similares a las de la Tierra

Gracias a las misiones previas a Marte, ya quedó demostrado que alguna vez hubo condiciones similares a las que hubo en la Tierra y que son condiciones necesarias para la existencia de vida: agua líquida, fuente de energía, elementos orgánicos, ríos y lagos.

“La idea ahora es buscar fósiles a nivel microbio, pero estamos hablando de un suceso que podría haber ocurrido hace miles de millones de años. Detectar vida es muy difícil, pero obviamente es el objetivo máximo”, explica San Martín, que agrega un pequeño dato que tiene la capacidad de ser revolucionario.

“Hay teorías que postulan que cuando se disolvió la atmósfera y Marte pasó de ser un lugar húmedo y cálido a un lugar seco y frío, parte del agua se fue abajo de la superficie y se congeló. Algunos hipotetizan que, en esas profundidades donde el agua queda mezclada con sales, podría haber rastros de vida aún”, completa.

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