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RELIGIOSAS

El día de los tres Arcángeles

El día de los tres Arcángeles

El Santo del día es una reseña diaria de los santos guardados en la memoria de la Iglesia. Historias de maestros de vida cristiana de todas las épocas que como faros luminosos orientan nuestro camino.

 

S. MIGUEL, ARCÁNGEL

29 septiembre

“Y luego que estábamos un poco más lejos,
oí gritar: “María, ora por nosotros.
Oí gritar ‘Miguel’ y ‘Pedro’, y ‘todos los santos’.”

(Purgatorio XIII, 49-51).

Estos son algunos versos del Canto XIII del Purgatorio de Dante. El Poeta deambula muy conmovido entre las almas de los envidiosos, mientras que la atmósfera del círculo en el que se desarrolla la escena es atravesada por voces misteriosas que recuerdan ejemplos de caridad. Incluso desde las atormentadas sombras, apiladas contra la roca que sufren con los párpados cosidos, se levantan las letanías. Imploran la intercesión de la Virgen e inmediatamente después de ella, y antes de Pedro y todos los Santos, invocan el nombre de “Miguel”. Cuando Dante citaba al Arcángel en el verso 51, en el canto anterior el autor de la Divina Comedia acababa de ver caer “del cielo como un rayo” al otro ángel, definido como “noble creado más que otra creatura”.

La espada de la Palabra de Dios contra el mal

Miguel y Lucifer. También en la Divina Comedia hay un espacio para describir el duelo mortal entre aquel que la biblia llama “comandante supremo del ejército celestial” y el jefe de los ángeles rebeldes que decidieron prescindir de Dios y fueron alejados de su presencia para siempre. Según la tradición, el Arcángel Miguel es el Príncipe que lucha contra el mal, de cuyos asaltos defiende perpetuamente la fe y la Iglesia. (Cf Apocalipsis 12,7-8). Incluso Dante, en 1200, muestra cómo se reconoce el poder de intercesión atribuido a esta entidad espiritual, muy venerada tanto en Oriente como en Occidente.

“¿Quién es como Dios?”

En el mundo no solo hay catedrales, santuarios, monasterios, capillas – sino también hay muchas montañas, cuevas, colinas – dedicadas al Arcángel Miguel, cuyo nombre, mencionado cinco veces en la Sagrada Escritura, deriva de la expresión “Mi-ka-El”, es decir, “¿quién es como Dios?”. (Cf Daniel 10,13). Debido a su secular popularidad después de haber vencido la peste de la Ciudad de Roma, la estatua del Ángel guerrero que envaina su espada sobre el Castillo del Sant’Angelo, ha sido también el centro de otras numerosas historias y anécdotas. Una de ellas data del 13 de octubre de 1884.

La súplica de León XIII

El 13 de octubre de 1884, habiendo terminado de celebrar la misa en la capilla del Vaticano, León XIII se detuvo unos diez minutos. Su rostro, según los testigos, revelaba tanto terror como asombro. Entonces el Papa Pecci se recluyó apresuradamente a su estudio, se sentó a la mesa y escribió una oración al Arcángel Miguel. Media hora más tarde llamó al secretario y le dio el papel con la orden de imprimirlo y enviarlo a todos los obispos del mundo para recitar la oración al final de la misa. León XIII dirá que en esos pocos minutos tuvo una escalofriante visión de “legiones de demonios” atacando a la Iglesia casi hasta el punto de destruirla y que fue testigo de la intervención defensiva y decisiva del Arcángel Miguel. “Entonces -dijo- vi al Arcángel san Miguel intervenir no en ese momento, sino mucho más tarde, cuando la gente había multiplicado sus fervientes oraciones hacia el Arcángel”. La oración cayó en desuso con el tiempo, pero fue recordada por san Juan Pablo II durante la oración del “Regina Caeli” del 24 de abril de 1994: “Invito a todos a no olvidarla – dijo el Papa Wojtyla – sino a recitarla para obtener ayuda en la batalla contra las fuerzas de las tinieblas y contra el espíritu de este mundo”.

S. RAFAEL, ARCÁNGEL

29 septiembre

Hay un libro entero de la Biblia que lo ve protagonista. El Arcángel Rafael es el compañero de Tobías, un joven hijo de Tobit y Ana, a quien su padre encargó cumplir una misión delicada, para la cual es necesario afrontar un duro viaje no eximido de peligros.

El gran corazón de Tobit

La historia está narrada en el Libro de Tobías y se desarrolla en la época de las revueltas de los Macabeos. Tobit, el padre del joven, es un hombre generoso que en el periodo de la deportación asiria, se desmide por aliviar los sufrimientos de sus connacionales. Comparte sus bienes con los más pobres, se prodiga en limosnas, paga puntualmente los diezmos de lo que recauda de sus tierras y ganado. Su piedad lo lleva incluso a hacerse cargo de la sepultura de los cadáveres abandonados. Los avatares de la vida lo ven perder todos sus bienes y, después de un gesto de caridad, también la vista. Al llegar a este punto, Tobit pide ayuda a su hijo.
Al joven Tobías, su padre le pide que vaya a una localidad lejana para recuperar una gran cantidad de dinero, que había entregado a un amigo. El joven se apresta a viajar y aconsejado por Tobit, busca un guía que lo acompañe. La primera persona que Tobías encuentra es un viandante, experto en aquellas zonas, que acepta viajar con él. Durante una pausa en el río Tigris, un gran pez ataca al joven, que primero se asusta y luego, animado por el viandante – que es el Arcángel Rafael de incógnito – captura el pez, y, siempre siguiendo las indicaciones del viandante, le saca al pez el corazón, el hígado y la hiel.

Sara

Llegando casi a la meta, el Arcángel aconseja a Tobías quedarse en casa de la familia de algunos parientes, donde conoce a su prima Sara, que la ley de Moisés le reserva como esposa. La joven se había casado ya siete veces, y sus esposo habían sido asesinados la noche misma de la boda, por Asmodeo, que estaba celoso de la joven. Sara, que hubiera querido ahorcarse por la vergüenza y había desistido sólo por no dar otro dolor a sus padres, acepta casarse con Tobías y, Asmodeo es derrotado por el corazón y el hígado del pez, que el viandante le aconseja poner en el brasero de los perfumes, para que el demonio huyera.

El secreto desvelado

Después de la boda, Tobías regresa donde su padre porque ahora sabe cómo poderlo curar de la ceguera. Es una vez más el pez, esta vez la hiel, ungida en los ojos de Tobit, el que le devuelve la vista a su padre. Tobías quería recompensar al viandante por todo su apoyo, pero llamando aparte a los dos, su compañero de viaje revela su identidad. Explica que había sido enviado por Dios, atraído por las oraciones y por la caridad de cada uno, para curarlos y guiarlos y dice de sí mismo: «Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están delante de la gloria del Señor y tienen acceso a su presencia». Esta historia sagrada dio vida a una práctica: en la Edad Media, cuando un adolescente o un joven dejaban su hogar por primera vez, llevaban consigo una tableta que los representaba como Tobías acompañado por el Arcángel.

S. GABRIEL, ARCÁNGEL

29 septiembre

“Regocíjate, llena de gracia: El Señor está contigo. […] Y he aquí que concebirás un hijo, lo darás a luz y lo llamarás Jesús. Será grande y se le llamará Hijo del Altísimo”. (cf. Lc 1,26-38): El anuncio más conocido de la historia es el del Arcángel Gabriel a María. La tradición de la Iglesia identifica en el Anuncio divino por medio del Ángel a la Virgen, y en su dócil aceptación de la voluntad divina, el momento único en que Dios asumió la naturaleza humana, “el Verbo se hizo carne” (cf. Jn 1,14). Para la Iglesia, la Encarnación del Verbo fue una realidad gracias a la libre aceptación del deseo divino por parte de una creatura inmaculada. La Anunciación es por eso celebrada en el calendario litúrgico el 25 de marzo. A María, Gabriel también le reveló: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por lo tanto, el que nazca será santo y será llamado Hijo de Dios”. (cf. Lc 1,35). En el Evangelio de Lucas leemos que el arcángel Gabriel “fue enviado” (cf. Lc 1,26); él es por lo tanto, el mensajero de Dios, encargado de explicar a “la virgen desposada con un hombre de la casa de David, llamado José”, (cf. Lc 1,27), la forma en que Dios se habría encarnado.

Patrón de las telecomunicaciones

Mencionado varias veces en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, Gabriel, mensajero por excelencia, es el santo patrón de la comunicación. Pío XII, en un Breve apostólico de 1951, consideró oportuno asegurar el beneficio especial de la protección celestial “a estas maravillosas ciencias y a quienes las ponen en práctica o las exploran”, es decir, “telegrafiar a los ausentes con maravillosa rapidez, telefonear a distancias extraordinarias, enviar mensajes con ondas de aire y, finalmente, contemplar la visión de las cosas y los hechos que están muy lejos de los lugares donde viven”“Constituimos y declaramos al Arcángel San Gabriel, patrono celestial de esta profesión, de sus especialistas y empleados”, escribe el Papa Pacelli. Desde entonces, el Arcángel Gabriel también fue declarado Patrono de la Radio del Vaticano. Además de él, las Escrituras mencionan a los arcángeles Miguel y Rafael, investidos con diferentes tareas. Celebrados antiguamente en muchas fechas diferentes, con las reformas del Concilio Vaticano II, los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael hoy son recordados en un solo día: su memoria litúrgica ocurre el 29 de septiembre.

Los anuncios del Arcángel Gabriel

Los episodios bíblicos en los que Gabriel es protagonista se narran en el libro del profeta Daniel. En Dn 8, 15-18 el arcángel se manifiesta a Daniel para explicarle el significado de una misteriosa visión, mientras que en una segunda aparición, en Dn 9, 20-27, predice ciertos acontecimientos. En el Evangelio de Lucas (Lc 1, 8-20) aparece cuando comunica a Zacarías el nacimiento de su hijo Juan. “Un ángel del Señor se le apareció, de pie a la derecha del altar del incienso”. (Lc 1, 11) “Tu esposa Elizabeth te dará un hijo, y lo llamarás Juan”, (Lc 1, 13). Zacarías, incrédulo a este anuncio, pide explicaciones, no considerando posible el feliz acontecimiento debido a su vejez y a la avanzada edad de su esposa. La respuesta del Arcángel ofrece más detalles sobre su identidad: “Soy Gabriel, que estoy ante Dios y he sido enviado para hablarte y traerte este feliz anuncio”. (cf Lc 1, 19) Gabriel reveló así con mayor claridad que era una criatura celestial, que siempre estaba ante Dios y que era su fiel mensajero.

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