En el otro extremo aparecen los acreedores liderados por BlackRock que se mostraron agresivos en la negociación y sin intenciones de aceptar las propuestas del Palacio de Hacienda. Los motivos no son económicos. La oferta del Gobierno es casi idéntica a lo que piden.

Este fondo es el más grande del mundo y tiene inversiones a escala global. La deuda que negocia con la Argentina no representa ni el 0,1 por ciento de su cartera de activos.

Pero intentar marcar el precedente para futuras reestructuraciones. El país se transformó en un caso testigo ante una catarata de posibles renegociaciones por efecto de la pandemia.

Contratos

La propuesta inicial del Gobierno cercana al 40 por ciento de valor de recupero es ahora superior al 50 por ciento. La cifra está alineada con la expectativa monetaria de los acreedores.

La alternativa de ofrecer un cupón PIB no prosperó y finalmente se mejoró el valor presente de los pagos con menor quita no minal y adelanto en el pago de intereses.

El elemento económico no parece ser un motivo para frenar el éxito de la reestructuración. En los detalles contractuales parece estar el principal problema.

Los bonistas agresivos quieren cláusulas del estilo two limb (como las recibidas en 2005). Consideran que este tipo de cláusulas les asegura mayor poder de negociación en caso que en el futuro se vuelva necesario hacer otra reestructuración de deuda.

En el Gobierno consideran excesivo ceder en este punto. Los contratos que ofrecen están en línea con las recomendaciones del Fondo Monetario y la asociación internacional de mercado de capitales. Son cláusulas single limb similares a las ofrecidas a partir de 2016.

La posibilidad de cerrar este desacuerda viene de la mano de una innovación en la redacción de los contratos que se conoce como cláusula de participación mínima. Permite mantener la esencia de las single limb y al mismo tiempo garantiza que los Gobiernos no se aprovechen de las tácticas de re asginación de bonos para hacer entrar a los inversores a un canje.